Wednesday 12 November 2014

8. Mujeres: invisibilidad o ceguera

He leído mucho últimamente sobre la invisibilidad de las mujeres. En la mayoría de los casos, se refiere a cómo la falta de atractivo sexual hace invisibles a las mujeres en situaciones cotidianas como en espera para ser atendidas en un determinado negocio. Esto se presenta como un fenómeno que comienza cuando una mujer cumple 40 años y es más común a los 50. Pero esta invisibilidad también se reporta en otras situaciones menos superfluas como cuando una mujer está compartiendo su opinión en una reunión o es pasada por alto para un ascenso o cómo sus logros se han registrado en la historia.

En el arte:
http://www.theguardian.com/artanddesign/2014/may/19/why-female-artists-airbrushed-history-annie-kevans

En ciencia:
Aquí Prof Michio Kaku -a partir del min 4- cuenta la historia de Vera Rubin (que postuló el concepto de Materia Oscura en los 60s pero fue ignorada) y de Jocelyn Bell (que descurbió el Pulsar y cuyo trabajo vio un premio Nobel otorgado a su asesor de tesis mientras ella fue excluida). (ver nota 1).






En el momento en que hablamos sobre este fenómeno como la invisibilidad de las mujeres, por supuesto, las hacemos responsables: es algo que les sucede a ellas, es "de" ellas y por lo tanto de alguna manera es su culpa o su elección. Lejos de ser un super-poder o una opción liberadora para algunas, la falta de visibilidad está vinculada a la falta de reconocimiento de las mujeres y esto es un problema para todos. 

Así que en lugar de hablar de la invisibilidad, exploremos nuestra ceguera.


Con esta pregunta, tal vez se estén preparado para un argumento de "mujeres contra hombres", al estilo del primer feminismo. Sin embargo, diría que todos -hombres y mujeres - tenemos una ceguera selectiva hacia las mujeres y, por ende, todos hemos venido sosteniendo una sociedad dominada por lo masculino y el modelo patriarcal: donde los hombres están en la cima, se habla del hombre como un ser racional - sobre todo en términos económicos - (!), la emoción es mala, la competencia y el libre mercado es el mantra, el Estado es incapaz de hacer algo de manera eficiente y nuestra deidad es una trinidad con una ausencia notable (o deberíamos decir una presencia invisible?). El punto es que solo somos ciegos ante las cosas que no queremos ver, las cosas que no queremos confrontar. Las cosas que hemos relegado a nuestra sombra. ¿Por qué ponemos a las mujeres en la sombra?

Mamá.

La maternidad y la relación entre madres e hijos es casi un tema tabú. En temas relacionados con la maternidad, solemos aproximarlos superficialmente, recitar las palabras de alguna biblia sobre la maternidad o simplemente cerrarnos completamente a discutirlo. 

Las madres son personajes difíciles de enfrentar. Tal vez sentimos que les debemos todo, o mucho o simplemente lo contrario: la experiencia de algunos es con madres que deberían haberles dado todo y gratis, pero no lo hizo. Tal vez nos atrevemos a decir que no son perfectas, pero que hicieron todo lo posible (algunas). Podemos tener la noción de su sacrificio: del dolor del parto, de las noches en vela (al menos algunas),etc. Durante muchos años de nuestra vida entendemos y etiquetamos el mundo a través de las palabras y las etiquetas que ofrecen nuestras madres. Esto es un perro. Esto es un árbol . Este es tu lugar. Esto es peligroso . Esto es bueno. Esto es malo. Los nenes no lloran. Las nenas se ponen vestidos. El rosa es el color para nenas tontas. Tu padre está nervioso porque tiene un trabajo muy difícil. O lo que sea. Sin embargo, muy frecuentemente se excluye a sí misma de la narración. Tal es así que la mayoría de los cuentos de hadas no tienen madres: solo representaciones de la imagen deformada de las madres a través de las figuras de brujas y madrastras (la mala madre) y hadas madrinas (la madre demasiado buena). Ver Nota 2. 

En nuestra vida temprana, ella es la mano invisible que escribe esta historia (la madre es el primer gran Otro), aunque a veces sea una narrativa parterna, ella es quien la transmite y valida. Nos cuesta separar la verdad de la visión que nos han narrado de la realidad. Tan difícil es, que la mayoría de las películas que produce Hollywood cuentan el proceso de esta separación una y otra vez, siguiendo la fórmula que ofrece el monomito: el camino del héroe. Muestran a un protagonista (masculino en la mayoría de las ocasiones) el proceso de individuación después de la separación con lo femenino (la madre, la aldea, etc). 
Por otro lado, es más fácil ver a los padres, porque la narrativa materna los hizo visibles. En esta entrevista de la BBC a Roger Waters (uno de los miembros fundadores de Pink Floyd), se le pregunta sobre su padre, al cual no conoció nunca (desde el min 2 approx - la entrevista es en inglés). 



En esta entrevista, habla de su padre vividamente. Cuenta su historia con mucha emoción (en un momento se quiebra). Pasa aproximadamente 3 minutos describiendo la figura de su padre, terminando con un "Lo admiro tanto..." a lo que agrega "y a mi madre también". Apenas la mitad de una mención al final cuando fue ella la persona presente en su vida, la que pudo ver con sus propios ojos. De alguna manera él vivió más la ausencia de su padre. Con esto, no quiero minimizar la significancia de padre ausente. Sin embargo, es claro que este relato tan detallado fue algo que "le contaron", probablemente algo que su mamá le contó, haciendo al padre más presente y visible que a sí misma. 
A nivel colectivo, también recibimos relatos: la historia que nuestra nación nos enseñó o que leemos en los medios. 

La verdad es que aunque hayamos recibimos amor y juraríamos que tuvimos una infancia feliz (que no siempre es el caso), la mayoría de nosotros -de niños- hemos sufrido a causa de nuestras madres. Falta de atención, falta de mirada, o de ser "vistos" de una manera profunda, falta de abrazos, falta de reconocimiento, falta de amor. Falta. En cierta medida, todos tenemos la marca que deja el cordón umbilical. La cicatriz . El vacío. Pero por mucho tiempo no veremos este dolor. No podemos reconocerlo.


Somos todos humanos: todos llevamos la misma cicatriz en el mismo lugar.

Y este es el primer detonante de la ceguera. 

Estamos "programados" para pasar por alto a las mujeres, porque nos resulta difícil hacer frente a nuestra historia con nuestras madres. Se supone que debemos idealizar el amor maternal. Debemos sobrevivir, y ella es la que nos va a asegurar la mayor probabilidad de lograrlo. Nos adaptamos primero y luego borramos todo rastro de dolor o enojo. Compramos o repetimos su versión de la historia en la cual nuestro punto de vista no está bien documentado. Pero nuestra experiencia dejó una marca que espera ser nombrada. Hasta que eso pase, estos sentimientos escondidos se proyectan en las mujeres que nos vamos encontrando. En este contexto, no es sorprendente que mujeres con poder sean identificadas con etiquetas del tipo materno: Margaret Thatcher (ex Primera Ministro Británica) y Julia Gillard (ex Primera Ministro Australiana) fueron llamadas brujas, Angela Merkel (Canciller Alemán) es llamada "mutti" (mami) en Alemania y la oposición a las presidentas latinoamericanas suele cargase de insultos y ser altamente agresiva a un nivel personal. 
Aquí la ceguera es casi la consecuencia más inocente. Si guardamos estas emociones infantiles negativas y no son sanadas, puede derivar en formas activas de agresión contra las mujeres, del tipo de las que leemos todo los dias en el diario. 

Estamos "programados" para pasar por alto a las mujeres porque no queremos confrontar nuestros miedos. Las madres son la primer arma contra el miedo. Cuando nos apegamos a una visión infantil del mundo, nos quedamos esperando que nuestra mamá venga a rescatarnos (aquí el rol maternal puede transladarse a cualquier figura maternal que podamos haber adoptado en el camino: la compañía que nos emplea, el Estado como rescatador). Reconocer estas emociones nos forzaría a ver nuestros miedos y las máscaras que llevamos puestas y más aún, nos forzaría a asumir responsabilidad.

Estamos "programados" para pasar de alto a las mujeres porque la máscara de supervivencia que llevamos es ciega. Cuando tememos nuestra supervivencia creamos una persona, una máscara para mostrale al mundo, con la ayuda (o como un resultado directo) de las etiquetas y mandatos que nuestras mamás nos pasaron: “rebelde sin causa”, “las nenas se portan bien”, etc. Esta máscara esconde a nuestro yo herido, el que fue separado de lo femenino (en mayor o menor grado) traumáticamente y que no queremos mostrarle a nadie. Las máscaras son muy útiles para sobrevivir pero son también muy restrictivas. Si llevamos una etiqueta de inteligente, no nos sentiremos libres de hacer cosas tontas, actuar irracionalmente o incluso expresar emociones que no entendemos. Si llevamos una etiqueta de rebelde, veremos a cualquier regla como un monstruo. Y las nenas buenas... tantas mujeres vivimos con esta etiqueta. La nena buena, la buena alumna, que siempre hacemos en trabajo sin desafiar a las autoridades (y arde troya si nos atrevemos) y vemos ascender a varones que usaban nuestros apuntes y copiaban de nosotras en los examenes. Reconocer nuestra máscara implicaría reconocer la fusión que mantenemos con el cuento que nuestra mamá nos contó. En otras palabras, el apego a la máscara oculta una necesidad de apego no satisfecha con nuestras madres

y entonces, cómo lo resolvemos?

Con nuevos ojos y más consciencia en nosotros mismos.

No se trata de "matar a la madre" (que colectivamente fue el fascismo). Se trata de  "ver-la" y "ver-nos", separadamente. No la historia oficial, sino verla como un ser imperfecto, como una mujer que vivió a través de circumstancias particulares. Y aún más: ver cómo contruirmos nuestra relación con ella. Como nosotros la vivimos. Nuestra versión. Nuestro dolor. Nuestra herida. Nuestra máscara. Nosotros mismos. Encontrar la narrativa adulta de nuestra historia y reposicionar a nuestras madres en ella.

Tal vez encontremos que podemos cortar el cordón umbilical sin dejar una cicatriz, que podemos activa y conscientemente devenir adultos. En este proceso, quizas descubramos nuestra individualidad, quizas nos empecemos a hacer cargo de nuestros miedos, de nuestras decisiones, tal vez encontremos nuestro poder interno y empecemos a Ver a nuestra madre de una manera diferente, y sin darnos cuenta al resto de las mujeres también. 

"Con un engaño verdaderamente trágico", observó Carl Jung, "estos teólogos no logran ver que no se trata de probar la existencia de la luz, sino de personas ciegas que no saben que sus ojos podrían ver. Ya es hora de que nos demos cuenta de que es inútil alabar la luz y predicarla si nadie la puede ver. Es mucho más necesario enseñar a la gente el arte de ver ".

AB

Note 1: Elegí este video porque los casos son muy relevantes. Sin embargo,  no me gusta particularlmente que lo que se "nombra" es el error de Jocelyn Bel'. Aunque quiera contarse con ironía, lo que se nombra es lo importante. En contraste, el comportamiento poco ético de su profesor o la falta de diligencia de la comisión que otorga los premios Nobel para dictaminar quién debe ser galardonado o incluso corregir un error, queda implícito en el relato pero no es nombrado. Por lo tanto, sostiene de alguna manera el concepto que "es culpa de las mujeres". 

Note 2: El siguiente artículo habla de la de-santificación y la de-demonización de las mujeres en las películas y la exploración de la sombra de una manera más integrada y menos polarizada(Frozen, Maleficent, etc)


http://www.independent.co.uk/arts-entertainment/films/bad-girls-gone-good-angelina-jolie-brings-your-childhood-nightmare-to-life-with-maleficent-9436703.html

También hay que recalcar, que los últimos films de Disney tienen princesas que encuentran a sus mamás (no están todas muertas, ey!), se empiezan a rescatar a si mismas (ey!) y empiezan a explorar la herida de la separación desde el punto de vista femenino como en Valiente, donde el conflicto con la madre es central en la historia y la madre es visible (ey!).

No comments:

Post a Comment